martes, octubre 02, 2007

Pasión que nunca acabará...

Ayer cuando salí del trabajo mi cuerpo estaba deseoso de recibir la dosis de la tarde de un sabroso y calientito café. Mentalmente tracé la ruta para mi casa buscando un establecimiento que vendiera un buen café. No podía ser cualquier café, tenía que ser uno digno de cerrar mi día. En estas alternativas no estaba una máquina de Nestcafé, ni uno de McDonald’s y mucho menos un aguadito de Burger King. Busqué y busqué hasta que recordé que en el pueblo de Bayamón, cerca de Plaza del Sol, hay un Subway. No se si lo saben pero en algunos Subways tienen unas máquinas de café expreso que hacen un café exquisito.

Lo compré y cuando sentí el olor de aquel café tuve una transportación instantánea a tantos momentos placenteros que me tuvieron ocupada lo que me quedaba del camino. Me fui, me transporté, entré a un estado de completa concentración y los recuerdos eran innumerables.

Todavía recuerdo mis primeros encuentros con él. Creo que tenía como 7 años. No estaba permitido que a tan poca edad nos conociéramos pero sucedió. Mi madre fue quien nos introdujo y yo era loca por que me lo sirviera. Si, recuerdo como ayer cuando Mami me lo servía con galletas export soda y mantequilla. En aquel momento no hubo atracción, solo era una merienda rica y prohibida de esas que te dan de vez en cuando ¡Negro!... Bien negrito y con las galletas molidas adentro, así fue como comenzó mi relación con el Café.

Sin embargo, nuestro amor surgió muchos años después en la Universidad. ¿Cómo sobrevivimos los estudiantes cuando trabajamos, estudiamos y tenemos que entregar trabajos especiales y estudiar hasta tarde en la noche para los exámenes? ¡Yeah! Con el café. Este me acompañó en todos esos momentos.

-Tengo sueeeeeeñoooo… ¡Toma café!
-Tengo que estudiar para un examen cuando salga de trabajar…¡Toma café!
-Tengo que ir a trabajar después… ¡Toma café!
-Estoy cansado… ¡Toma café!
¡Café! ¡Café! ¡Café! ¡Café! Para todo café.

Hasta que… los motivos cambiaron:
-Vamos a discutir esto…vamos a tomarnos un café.
-Vamos a hablar un rato...vamos a tomarnos un café.
-No te veo hace tiempo…vamos a tomarnos un café.
-Tengo un ratito libre… ¿Te tomarías un café?

Tengo muchos recuerdos con esa bebida. Recuerdo cuando en la “IUPI” me sentaba en la cafetería de Chaguín con café y periódico en mano para comenzar mi día. Muchas veces ya me había hecho uno en casa que me acompañaba por el camino, pero este era para acompañarme en la lectura. Hhmmm! ¡Que sabroso!. También recuerdo cuando me encontraba con Karina (mi amiga del Alma, compinche de travesuras y mi mejor amiga) para tomarnos uno, o salíamos del trabajo para ir a tomar uno o nos hacíamos “sorpresitas” llevándole la una a la otra un café. ¡De veras que esos eran tiempos!

El momento más emotivo fue la noche que mi esposo y yo nos conocimos. Estábamos… claro, tomándonos un café y de momento en la conversación él me miró y yo pensé: “¡Qué nene tan chulo!” Esa noche me tomé como tres en el café que está en la Plaza de Armas en el viejo San Juan. No quería moverme de allí y el café era la excusa perfecta. Desde esa noche no nos separamos, y fuimos buscando momento tras momento para “tomar café” y compartir un día más para conocernos mejor. Creo que en ese punto fue que el café se convirtió en nuestro mayor aliado, más que Kathy que fue quien nos presentó.

¿Y qué me dicen de cada mañana? Ese es mi momento favorito para tomar café. Es en ese instante cuando agarras la taza con las dos manos, la acercas a tu nariz, cierras los ojos y respiras ese peculiar aroma. Entonces se mezcla con los olores de la mañana como el rocío fresco, desayuno recién preparado, tierra húmeda y solo escuchas los pajaritos mañaneros… en ese preciso momento piensas… esto es de Dios. ¡Qué bella la mañana que nos acaba de regalar! ¡Qué alagada me siento de que me haya dado la oportunidad de vivir y experimentar todas las bendiciones que tengo en mi vida! Y definitivamente, el café es una de ellas.

Estoy segura que es una pasión que nunca acabará porque he descubierto que el secreto de esos sentimientos que me causa el café es que cuando lo tomo, es uno de los únicos minutos del día que tengo para mi misma, solita con mis pensamientos, el café caliente y, claro está, Dios está a mi lado. Esos momentos cuando tomo café son sagrados. Me envuelvo tanto en mis emociones y hago de esos minutos uno solo mío que pienso: No me hablen, no me toquen, no me interrumpan… me estoy tomando un café. . Cierro los ojos…lo tomo…me transporto… lo termino… regreso y… empieza mi día.

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